"Para que empecemos bien el nombre no tiene un significado profundo ni bien pensado." Esta historia habla más de como me demoré dos años buscando un nombre para Bochika y porque me costó tanto. Tiene dos lecciones importantes:
La primera lección es que hasta cuando uno se está ahogando puede caminar, apoyar los pies en el piso y darse cuenta que el agua no estaba tan profunda. En esta ocasión no tenía adversarios ni dificultades ni la corriente estaba fuerte, solamente vi el agua más profunda de lo que estaba y cuando uno se queda quieto se puede ahogar hasta en 100 mL de agua. La segunda es que hasta con pequeños movimientos llegamos a la meta, debemos dejarnos llevar y fluir con las eventualidades, porque todo llega en su momento si no nos resistimos..
Al principio, no tenía un portafolio, ni tarifas, ni una dirección clara, pero sí la certeza latente de que perseguía un sueño. Pasé dos años trabajando para marcas de conocidos y solo por recomendaciones. Con el tiempo, me costaba cada vez más desarrollar mi propia marca. Me sentía totalmente incapaz de inventar un nombre adecuado para mi empresa, y crear un portafolio lo veía IMPOSIBLE. Yo era como el zapatero sin zapatos: ayudando a crear empresas sin mi propia marca.
Llegó un punto en el que me di cuenta de que ya solo me quejaba de mi propia incapacidad y reaccioné: necesitaba ayuda. Busqué a uno de mis mentores, un diseñador gráfico, él me dijo: -¿En serio estás esperando tener un nombre para empezar una empresa? Tenía clientes, talento y pasión. Solo necesitaba actuar, sin importar si las cosas quedaban bien o mal.
Esto me abrió los ojos y me di cuenta de que estaba dejando que mi perfeccionismo me impidiera avanzar: Hasta los países cambian de nombre, cambian de bandera, ahora yo no voy a poder en caso que no me sienta satisfecha. Abrí una cuenta en Instagram con el nombre "La Restaurantera" y comencé a publicar pequeñas ideas de lo que me imaginaba, en el lapso de 20 minutos conocí una página llamada Namelix y probé diferentes combinaciones de nombres. Encontré uno que me resonó: Casa Chica. Pero me di cuenta de que había más de 200 marcas que también resonaron con ese nombre. Quise cambiar "Casa" por "Boca" (para hacer referencia a la comida) y me encantó "Bocachica". Sin embargo, soy de la costa colombiana y no quería que me llamaran como un pescado. Le quité "CA" y quedó "Bochica". Corrí a preguntarle a mi mamá qué le parecía y ella me dijo que averiguara qué significaba. ¡Qué sorpresa! Resulta que Bochica es un dios muisca (un man de vestido con pelo largo blanco) de la mitología colombiana: un héroe civilizador que enseñó a los muiscas a hilar algodón y tejer mantas, además de inculcarles principios morales y sociales. Me sentí muy muy identificada con el nombre.
La espera del momento correcto me llevó dos años, y encontrar el nombre me costó 20 minutos, un significado sencillo, nada conmovedor, solo calmé la desesperación que sentí y encontré la valentía para empezar. El nombre me pareció decente, no le pedí sugerencias a nadie más y así es como estamos aquí.
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